Dos años de reinvención

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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nuevas tecnologías o falsas necesidades o formas de poder

Parece mentira que la humanidad no haya aprendido la lección. Ya lo puso de manifiesto Georges Orwell en su novela distópica 1984 al crear esa atmósfera asfixiante y de represión. Una vigilancia continua de telepantallas que mostraba el duro y atento rostro del líder del Partido, el Gran Hermano. Una salvaje manipulación de todos los medios de comunicación y hasta de la propia Historia. Al fin y al cabo, no distamos actualmente tan lejos de esa hipotética y horrorosa realidad.

Desde el inicio de los tiempos, se ha intentado desviar la atención del pueblo de asuntos de mayor relevancia y aumentar paulatinamente el poder a través de diversos mecanismos. Ya en la Antigua Roma, los gobernadores, a quienes les convenía mantener a un populacho contento y despreocupado de los asuntos públicos, repartían hogazas de pan y convocaban juegos en el circo mientras se dedicaban a enriquecer su propia soberanía -de ahí la común expresión latina, panem et circenses, tan actual entonces como hoy en día-.

No obstante, el control de la población por parte de las autoridades dio un giro inesperado a raíz de la aparición de los medios de comunicación. Los mass media se han convertido, desde entonces, en la más poderosa herramienta ideológica. De hecho, según la teoría del periodismo contemporáneo, la primera etapa se apodó "periodismo ideológico", una prensa escrita al servicio de los ideales religiosos o del partido gobernante -posiblemente muchos pensarán que todavía seguimos estancados en esta fase de ocultamiento de la verdad-. Junto a todos estos medios de pastoreo de la ciudadanía, se encuentra la publicidad, otro útil que estuvo a merced de ideologías como el fascismo o del estalinismo. ¿Acaso alguien no recuerda la tierna escena de Stalin rodeado de niños, comportándose como padre de toda una nación próspera?

En resumidas cuentas, es sorprendente la gran influencia de los medios en la sociedad tanto del momento como la actual. Sin embargo, hace unas décadas, un nuevo invento ha ido -últimamente a unos pasos agigantados- menguando la importancia de la radio, la televisión y la prensa escrita en términos de manipulación popular. Internet, fuente inagotable de opiniones diferentes y hasta contrapuestas -un doblepensar según IngSoc, retornando al símil de la obra 1984- y aparentemente imperecedera, ha acaparado el terreno de la información. Sí es verdad que, gracias a la red, la libertad de expresión ha alcanzado límites hasta el momento insospechables y se ha convertido en un nuevo espacio de referencia y conocimiento mundial pero que, por otra parte, ha conformado un nuevo aliciente ideológico para el Gobierno y todos los grupos políticos.

Las nuevas tecnologías, que irrumpieron estrepitosamente y con una magna fuerza en este nuevo milenio, fueron acogidas al principio como unas herramientas del futuro que harían nuestra vida diaria más fácil gracias a la mecanización de las tareas. Por el contrario, a día de hoy, no son únicamente una comodidad más en nuestro perezoso mundo, sino una falsa necesidad que, en su ausencia, nos enajena, impidiéndonos incluso respirar. ¿Qué haríamos actualmente si no dispusiéramos de móviles de última generación, ordenadores multifunción o dispositivos táctiles como las tablets? O peor, ¿cómo conducirían su rebaño de ovejas los que poseen la hegemonía mundial? La desaparición de las tecnologías sí que sería una verdadera pérdida para ellos, amos de la Tierra.

Por otra parte, la vida digital paralela que parece haberse forjado no consiste solamente en la manipulación del criterio y la opinión de los individuos que, a la inversa de lo que dijo Aristóteles, se han transformado en animales no pensantes, guiados por un dueño del que desconfiar. La revolución de las comunicaciones ha traído consigo también un ambiente de espionaje masivo por parte de las potencias hegemónicas. Seguramente, el caso más mediático en los últimos meses haya sido la vigilancia de EE.UU. a diversos países con fines de "seguridad" y "libertad". No obstante, no nos engañemos, otros muchos países también luchan por ejercer su poder mediante espías que, por supuesto, tienen un papel fundamental en las nuevas tecnologías. Nuestras conversaciones de teléfono, las publicaciones en las redes sociales, la mensajería instantánea e incluso este mismo blog son leídos y releídos por un ser sin rostro en busca de sospechas o de información útil sobre cada uno de nosotros. Dato curioso a nombrar es que las ventas de esa novela de la que hemos estado hablando y que retrata perfectamente nuestra realidad, 1984, aumentaron en un 7000% en Amazon a raíz de la aparición del Caso Snowden.

Ahora bien, ¿por qué nos intentan convencer y dirigir creando falsas necesidades enajenadoras? ¿Para qué les interesa a naciones como Estados Unidos nuestra información personal? ¿Cuál es la meta de estas prácticas? ¿Distraer al pueblo e investigar acerca de él para, a hurtadillas, maquinar perversos planes que tengan como finalidad el acceso a la soberanía mundial? Entonces, ¿quieren hacerse con el poder absoluto? Mas, ¿cuál es el objetivo del poder? En resumidas cuentas, ninguno, porque el poder, queridos lectores; el ansiado poder es un fin en si mismo.



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